¡Te voy a romper el culo, pecadora!
¡Te voy a romper el culo, pecadora! Don Luis, Lucho para los más íntimos, era un cura cincuentón, moreno, delgado, de estatura mediana y no era feo. Vivía en una casa parroquial de dos plantas en un pueblo gallego. El cura hacía de todo para sus feligreses, desde cerrajero a carpintero pasando por albañil, y por supuesto lo hacía gratis, por eso decían las viejas que era un santo, pero de santo no tenía nada. En frente de la casa del cura, en una casa de una planta vivía Marta, una mujer a la que abandonara su marido. Tenía 42 años y estaba maciza, era madre de un hijo y una hija, el hijo, Leandro, era flaco y desgarbado. Luisa estaba maciza cómo su madre, era bonita y al cura le gustaba. La muchacha lo sabía y jugaba con él, por eso al confesarse le decía con su melosa voz cosas como esta: -... He vuelto a pecar, padre, ahora ya no me masturbo dos veces al día, me masturbo tres, mañana, tarde y noche. -Debes controlarte, hija. -Es que ando todo el día caliente, padre,